XV. Fundamentos, teorías e ideas políticas

Una cachetada se estampó contra la mejilla del rector. Valquírico, su guardaespaldas, poco pudo hacer, pues provino de la delegada, con una cara de pocos amigos.

—¡Pero si serás pendejo! Ahora tu ineptitud nos ha costado cara con el acuerdo que hemos firmado con las autodefensas y con lo que le pagamos al corresponsal de la revista Preciso para no ensalzar a Baldomero y los acuerdos de hoy. ¡Todo porque no tuviste los huevos para poner orden!

El rector, acorralado contra su escritorio, miraba estupefacto a la delegada. Sabía que no podía interrumpirla con excusas, so pena de recibir otra bofetada.

—¡Tengo que venir a resolver tus problemas! ¡Suficiente teníamos ya con las autodefensas para que además se les llegaran a sumar los universitarios!

Encima, encumbrando al ladrón de gallinas ese —remató, refiriéndose a Baldomero.

El rector, tembloroso, le preguntó:

—Y entonces, ¿por qué lo nombraste intermediario con las autodefensas?

La delegada arremetió de nuevo:

—Tu poca visión política te llevará lejos, sin duda, ¡pero lejos de aquí! En realidad, le pasé la papa caliente. Ante cualquier fracaso en la relación futura con las autodefensas, haremos que la opinión pública se lo cobre a él y no a nosotros. Pero ese ya no es tu problema, tu problema está aquí, pues me temo que, en poco tiempo, otros directores de la Universidad empezarán a secundar a Baldomero y esto se volverá una bola de nieve imposible de parar. La verdad es que ya no estamos para sumar más problemas al Gobierno. Te escogimos porque pensamos que eras el ideal para mantener tranquila la Universidad, pero veo que no estás a la altura… ¡ni tú, ni nadie!

El rector, en sus adentros, se tranquilizó, pues sabía que por “nadie” se refería a Baldomero. Los ojos de la delegada eran la definición de la furia en ese instante.

—Si no fuera porque Simón se murió, él estaría en tu lugar. Mantener aplacada una Facultad de política no es cualquier cosa, pero el hubiera no existe, así que antes de que te conviertas en otro hubiera, ve pensando cómo vas a resolver este desmadrito o tus días estarán contados. Mira que necesitamos un chivo expiatorio para darle credibilidad a nuestro Gobierno.

El rector no se daría por vencido tan fácil.

—Deme una oportunidad, tengo una idea que puede serles útil.

—Te escucho, ¡pero rápido, porque no tengo tiempo!

—¿Se acuerda de las campañas de alfabetización que tenemos pendientes en el estado? —el rector tragó saliva para continuar—. Podemos mandar a Baldomero para que él personalmente se encargue del proceso de alfabetización en la región de Pipián. Ya que ahora él tiene credibilidad en el estado, usted le daría garantías de que nada pasará en su Facultad durante su ausencia. Cuando vuelva de su misión, usted sabe… podríamos culpar a las autodefensas de alguna desgracia, así tendrían una excusa para romper los acuerdos y, de paso, eliminan a Baldomero de la jugada…

—Eliminas, querrás decir —corrigió enseguida la delegada.

—Sí, elimino a Baldomero —respondió sumiso el rector.

La delegada lo vio de arriba abajo.

—Tarado no eres, nomás te faltan un poco de huevos.

La delegada dio un paso atrás.

—Esta conversación no ha existido nunca, ¿entendido?

El rector asintió en silencio, satisfecho.

—Lo que sí, es que tú te encargarás de notificarle a Baldomero que encabezará la campaña de alfabetización en la región de Pipián; por separado, yo me encargaré de darle garantías; y el resto… el resto lo hará el Gobierno.

El plan se puso en marcha ese mismo instante.

—Mira lo que son las cosas, Matute, hoy en la madrugada veníamos en el avión, con tanta incertidumbre, y henos aquí, al final del día, respirando la victoria —le decía Baldomero a Matute en voz baja, pero efusivo, al tiempo que servía seis copas de vino para brindar por los acuerdos recién firmados.

—¿Por qué seis?, si somos cinco — le preguntó Matute con cierta extrañeza.

—La delegada me acaba de mandar un mensaje, dice que viene para acá a celebrar con nosotros. Eso sí, me pidió que seamos discretos, para que no se sepa en público su presencia. Dice que nos quiere apoyar.

—¡Vénganse p’acá! ¡Luego se besan! —exclamó Tabares en tono de burla, mientras Galvanilla y Capetillo se reían viéndose entre ellos.

Baldomero quiso sincerarse con el grupo antes de que la delegada llegara.

—Voy a ser rector y a todos nos va a ir muy bien —los ojos de casi todos los asistentes se iluminaron—. Antes de brindar, que para eso quiero esperar a la delegada… —todos se extrañaron—. No se preocupen, dice que viene en son de paz, que nos quiere apoyar.

Capetillo estaba escéptico, pero no le quedaba de otra más que aceptar la visita de la delegada, pues no era su fiesta.

—Antes de brindar, quiero que nos quede claro cuál es nuestro papel y acabar con algunos malentendidos  Galvanilla olía que el mensaje era para él—. Cuando sea rector, todos ocuparán un buen lugar, la pasaremos mejor que nunca, créanme. Tú, Isidro, serás mi guardaespaldas personal, tal como lo hiciste hoy con el mensaje de anticipación que nos enviaste —Isidro asintió conmovido—. Tú, Galvanilla, serás director de la Facultad. Eso y no menos te mereces, amigo mío —Galvanilla agradeció la propuesta, pero después de tantos incidentes, la buena química con Baldomero se había diluido—. Tú, querido Matute, serás mi secretario particular —Matute agradeció asintiendo en silencio; eso era más de lo que hubiera imaginado al principio de la misión, la Universidad le empezaba a gustar más que el Ejército—. Y para los tuyos, Capetillo, créeme cuando te digo que, aunque el Gobierno del estado se haya olvidado de Pipián, yo haré que la Universidad presione codo a codo con ustedes para que nunca les falten obras públicas. Abriremos un campus, mandaremos a nuestros becarios para que les echen la mano. Las posibilidades para todos serán mucho mejores y, ya de ahí, pues nos lanzamos a… —Baldomero estaba por terminar la oración cuando el timbre le cortó súbitamente la inspiración.

—Debe ser la delegada, yo le abro —dijo Matute con una actitud servicial.

—¡Buenas noches, caballeros! —saludó la delegada relajada y amable, mientras su guardaespaldas se quedaba afuera de la puerta del departamento.

—¡Buenas noches! —respondieron al unísono los demás, queriendo ocultar su angustia con las voces y aparentar una fuerza que no tenían ante la ya sabida personalidad avasallante de la delegada.

Baldomero cumplió con el protocolo que se debe seguir con cualquier invitado:

—¿Una copita de vino para brindar por los acuerdos?

—Por supuesto, muchas gracias —respondió la delegada, tomando la copa que Baldomero le ofrecía—. Pues bien, ya que estamos todos, quiero aprovechar para proponer un brindis por los acuerdos, por el promisorio futuro que les espera a San Juan, Pipián y la Universidad. ¡Salud!

Aquella noche, todos parecieron pactar una tregua con la vida. Las luces de la ciudad de San Juan parecían luciérnagas merodeando los ventanales del departamento de Baldomero. El olor a tabaco, el ambiente climatizado y la alfombra eran parte del escenario donde se dijeron promesas unos a otros, promesas que no iban a cumplirse…

 

Reporte No. 54
Novedades

Tras un monitoreo de medios locales, puedo confirmar que la figura de Baldomero resultó fortalecida con la firma de los acuerdos con las autodefensas. Incluso, algunos columnistas se refieren a él como “el futuro gobernador que San Juan necesita”. Se rumora que, durante la noche, la delegada estuvo en su departamento, lo cual, para el círculo rojo de San Juan, es una señal de que el Gobierno está de su lado. También es posible que, a causa de la popularidad de Baldomero, sobre todo entre los movimientos sociales del estado, éstos se acerquen a él para conformar un frente político-electoral y, por tanto, generen inercias políticas que pongan en peligro la gobernabilidad, la seguridad interior y, por extensión, la seguridad nacional.
Quedo a la orden.

La seguridad de la Nación es primero.

Agente S11

 

Al llegar a casa, Matute omitió informar sobre la reunión al general. Entre el sutil aliento a vino tinto y el olor a carne asada en sus dedos, por primera vez en su vida, Matute sintió una extraña plenitud, una alegría derivada no de la disciplina y el cumplimiento del deber, sino del ocio, de la buena suerte y del placer de tener renombre sin haber tenido que esforzarse más allá de sus límites. Además, nunca se había sentido arropado por alguien como Baldomero. Si su sospecha inicial respecto a él fue la de un guerrillero disfrazado, su perspectiva, en ese momento, distaba completamente de aquella. Baldomero era ya, para Matute, una especie de mentor que le había mostrado otras dimensiones placenteras de la vida. Cual piedrita en el zapato, aquella noche recordó —producto de esa frialdad que aún le quedaba— que la misión podía terminar en cualquier momento, ya que, al no existir focos rojos ni nada para lo que originalmente fue mandado, sería llamado para volver a los vistosos, pero homogéneos, uniformes militares. Una opción que tenía —pensaba para sí— era enviar reportes que hicieran indispensable su presencia prolongada. Sabía que eso le había funcionado en el viaje a la República Bolchevariana, pero ¿cómo conservar al general inmóvil y, al mismo tiempo, intrigado acerca de que algo extraordinario ocurriera en las entrañas de San Juan? Otra opción era negociar su renuncia a la vida militar. Sabía que desertar en plena acción de campo conllevaría riesgos, pero también que, teniendo la información conveniente, el chantaje adecuado —oh sí, Matute había aprendiendo de sus circunstancias en la Universidad—, podría volverse civil de un día para otro. Todo parecía cuadrar, pero el destino le tenía preparada una tercera opción.

—Mi general, no entiendo cómo los agentes S11 y S44 pueden enviarnos noticias más precisas sobre Baldomero que el propio Matute. Algo no cuadra aquí, y más porque hace días que Matute no nos reporta algo relevante —Acosta guardó un prolongado silencio, sin lograr que el general se inmutara, hasta que cuestionó—: ¿Habrá sido reclutado?

—Por primera vez, empiezo a pensar que usted tiene razón —el general, pensativo, suspiró súbitamente—. Nos mandaba información muy precisa y los últimos dos reportes contienen omisiones importantes, entre ellas, el reportar que la marcha estudiantil estaba dirigida originalmente contra Baldomero. Pero bueno, antes de confirmar, pidámosle una muestra de lealtad, no está de más.

—¿Cómo, mi general?

—Dígale a Matute que presente su renuncia a la Facultad, que la semana entrante lo quiero de vuelta en estas oficinas. Si está reclutado, como usted dice, desertará; si está reclutado y es inteligente, que lo es, tratará de prolongar su estancia para volver como infiltrado de la guerrilla de Baldomero; y si no está reclutado y es inteligente —el general tomó aire—, su regreso forzado le parecerá un fracaso y tratará de enmendarlo con información valiosa. Algo saldrá, estoy seguro.

—Perdone, mi general, pero ¿no arriesgaríamos la misión con una desaparición súbita de la Facultad?

—Está aquí para seguir mis órdenes, no para cuestionarlas. Observe, observe y aprenda, Acosta.

—¡Sí, mi general! —replicó, a modo de disculpa, Acosta.

 

“¿Que presente mi renuncia? Y ahora, ¿qué le digo a Baldomero? No, esto no me huele bien. Los agentes de campo son evacuados antes de cualquier operación, pero este no es el caso. No, no, sé que no he mandado la información requerida sobre Baldomero, ¿por qué habrán pedido mi regreso? ¿Estarán tramando algo allá? Órdenes son órdenes, pero renunciar súbitamente no está bien. Tengo que pensarlo muy bien, no puedo irme así, de la nada”.

 

Reporte No. 14

Como parte de un convenio de alfabetización establecido entre la Facultad y el Gobierno del estado, estoy por viajar la semana entrante, con el susodicho, a las Anonas, en la región de Pipián. Pido permiso para tal efecto, recomiendo aplazar la renuncia para después del viaje.
Quedo a la orden.

La seguridad de la Nación es primero.

Agente S5

 

La Facultad amaneció extrañada. Hacía tres días que el profesor Rómulo Martínez no aparecía. Su cubículo se encontraba intacto desde la mañana previa a la marcha, su salón estaba desierto, su teléfono mandaba a buzón, su departamento estaba en total silencio… Nadie daba con él. El San Juan Online no tardó en subir una nota al mediodía: “Profesor de la FAP se encuentra desaparecido”. Indudablemente, dicha noticia acaparó la atención de la gente y los medios. Los periodistas no tardaron en hacerse presentes frente a la oficina de la Dirección. Baldomero convocó a una reunión urgente, a puerta cerrada, con Galvanilla, Tabares y, por supuesto, Matute.

—¿Qué hiciste con el muchacho? —preguntó Galvanilla.

—Pus hice lo que me ordenaron, le dimo’ un tatequieto. No le tocaron su cara, nomá’ le pegaron al cuerpo, pa’ ocultar la madriza que le pusieron, pue’.

—¿Lo mataron? Porque si fue así, no me hago responsable —contestó asustado Baldomero.

—¡No sea’ pendejo! Lo dejamo’ vivito y coleando; re’pirando y todo. Bien que me oyó cuando le dije que ya no le bu’cara tre’ pie’ al gato.

—¿Entonces? ¿Por qué no aparece? —preguntó Galvanilla.

—Pus no sé, le quitamos su cartera, su celular y su reloj, para aparentar un asalto. Lo dejamos tirado ahí, pero namá’.

Tabares olió el miedo de Galvanilla y Baldomero. Temiendo ser traicionado, repuso:

—Miren, yo solo sé que no lo desaparecimo’. Si quiere’, te traigo a lo’ muchachos que e’tuvieron conmigo ese día, pa’ que te digan todo di una ve’. De últimas, si no te quieres hacer re’ponsable, pue’ tampoco me hará’ responsable a mí, Baldomerito —el diminutivo reflejaba en Tabares esa angustia infantil que nunca desapareció en su adultez—. En e’te borlote, e’tamo’ los tres, incluso tú, Matute.

Matute, que presenciaba la conversación en silencio y expectante, sintió por primera vez la mirada inquisitiva, fija y hostil de Tabares. Percibió, a la par, una ligera desesperación en los brillantes ojos de Baldomero, que alternaban entre los azulejos del suelo y Galvanilla, que tenía la mirada absorta. El teléfono de la oficina sonó al fondo, rompiendo, por un momento, la atmósfera de tensa calma.

—Delegada, ¿cómo estamos?

La delegada avasalló nuevamente a Baldomero con su conversación:

—¿Que tienen un profesor desaparecido?

—Así es, delegada —contestó angustiado Baldomero.

—¿Y eso? Me huele a que ustedes saben algo.

—Para nada, mi delegada —negó con cierto cinismo Baldomero.

—Según me reportan, ya pasaron cuatro días. ¿Y saben qué?, es extraño que no ha habido denuncias de desaparición en la fiscalía por parte de alguna persona, mucho menos por parte de ustedes, de su Facultad. El ambiente de tensión social no está como para andar desapareciendo a sus profesores, así que no queda de otra más que deslindarse rápidamente. Tiene que ser así, de lo contrario, la estabilidad universitaria penderá de un hilo. Haremos una cosa —la determinación de la delegada también se escuchaba a través del teléfono—, manejaremos que la desaparición tuvo que ver con el crimen organizado. Ahora que, si el tal Romeo, o Román, o como se llame, aparece con vida, diremos que el cadáver fue confundido. Ya ustedes se encargarán de desacreditar cualquier versión alterna que él trate de dar y, si nunca aparece, pues habrá sido una víctima más del crimen y con eso, como ya es normal por aquí, ni quien se inmute.

Aceptando implícitamente la culpa, a Baldomero no lo quedó más que contestar:

—Como usted ordene, mi delegada, gracias por…

—¡Ah!, una cosa más, tal como le informé en nuestro último encuentro, los trabajos de alfabetización en Pipián se mantienen, es un compromiso de mucho peso que el Gobierno del estado adquirió con las autodefensas, así que no nos pueden fallar. De hecho, le pondrán a la campaña el nombre del profesor desaparecido, para que vean que ustedes no tuvieron nada qué ver, que a la Facultad también le pesa su ausencia. Nada como volver héroes a las víctimas, ¿no cree? Eso siempre funciona. Entonces, quedamos así, nosotros investigaremos la desaparición y, de paso, atenderemos a los periodistas curiosos; y ustedes, a mantener la Facultad tranquila, que la campaña de alfabetización sirva para relajar un poco la tensión. Por Rectoría no se preocupen, la línea directa es con ustedes, ¿entendido?

—Como usted ordene, mi delegada —repuso Baldomero.

—Bien, manténganme al tanto de todo y no hagan nada sin consultarme, ¿entendido?

—Sí, mi delegada.

Los tres compañeros supieron enseguida, por la exhalación liberadora de Baldomero, que la llamada le había causado sosiego.

—El Gobierno del estado nos respalda. Ellos se encargarán de Rómulo, así que, por favor, nadie haga nada sin consultarme. Además, quieren que continuemos con la campaña de alfabetización, conmigo al frente, por supuesto. En cuanto a Rectoría, ellos también se encargarán, aunque no hay que bajar la guardia.

Una celebración silenciosa se percibió en los ojos de todos los reunidos. Sin el menor reparo, Baldomero explicó, paso a paso, el plan. Conforme avanzaba en los detalles, el calor que conlleva la calma iba volviendo a sus cuerpos.

—Ahora, lo que nos queda por hacer es dar una versión confiable a la prensa, fabricar algún rumor en la Facultad que desacredite el nombre de Rómulo, manejar que la campaña de alfabetización la haremos en su nombre y mantenernos fuertes frente a Rectoría, no descuidarnos —expresó finalmente Baldomero.

Previo a salir a dar declaraciones a la prensa, todos se dieron un apretón de manos, todas frías por los nervios. El optimismo les volvió a las almas que, por supuesto, acababan de vender a la delegada.

 

—Cualquier pregunta, conmigo, por favor —dijo Baldomero.

—Así es, no tenemos noticias de su paradero, por lo que hemos contactado a las autoridades del Gobierno del estado para que procedan a realizar una búsqueda exhaustiva e investiguen los motivos de este lamentable suceso.

—No sé de dónde saca esa información, pero sí, la hipótesis inicial del Gobierno es que fue el crimen organizado, pero bueno, no deja de ser una posibilidad, nada confirmado.

—Así es, la información más amplia sobre el profesor la tiene el Gobierno del estado. Nosotros colaboraremos en todo lo que nos indiquen.

—En efecto, estamos consternados y, como una forma de manifestar nuestro apoyo a la figura y memoria del maestro Rómulo, la campaña de alfabetización que lideraré en la región de Pipián llevará su nombre.

—No, considero, por el contrario, que no es apresurado poner su nombre a la campaña. Incluso si mañana apareciera con vida, bien merecido que lo tiene, es un gran profesor y lo extrañamos mucho en esta Facultad.

La prensa quería hacer más preguntas, incluso abordar a Matute, Galvanilla y Tabares. Todos se negaron, bajo la excusa de que cualquier declaración podría ser contraproducente. La Dra. Eliza guardaba un sabio silencio en su cubículo. Era su forma de protestar ante lo que consideraba una farsa.

 

Reporte No. 15

Un profesor de la Facultad, de nombre Rómulo Martínez, opositor al susodicho y de quien adjunto el expediente, ha desaparecido, sin que hasta ahora se tengan indicios de su paradero. Hay diferentes versiones que adjunto para su cotejo. A pesar de las circunstancias, la campaña de alfabetización continuará, con el susodicho al frente y un servidor. Es indispensable mantenerme en el campo de operaciones y postergar mi renuncia hasta que obtenga información concluyente.
Quedo a la orden.

La seguridad de la Nación es primero.

Agente S5